Para mí, personalmente, la característica primordial de un buen profesor de lengua extranjera es la de saber motivar a sus alumnos y mantener el interés constante, previo diagnóstico de sus necesidades. Implicarlos resulta esencial para su aprendizaje dado que de esta manera se favorece la atención y el aprendizaje mismo. Para poder motivar adecuadamente a los alumnos y lograr una enseñanza centrada en sus intereses y no en los intereses propios, es vital la formación previa y la vocación y el amor por la enseñanza. Es capital también que el docente se preocupe por su desarrollo profesional y por estar constantemente aprendiendo y mejorando. Crucial también es la capacidad de empatizar con el alumno y entenderlo. Del mismo modo que es importante también saber gestionar su proceso de aprendizaje, la planificación óptima de las actividades, el tipo de actividades, la adecuación a los distintos niveles, los tiempos, la ubicación en el aula…
Para mí, además, y pensando en lo que me falta por aprender, resulta fundamental la capacidad del docente de saber usar y recurrir a los posibles recursos, es decir, dar utilidad y gestionar los recursos que tenemos a nuestro alcance pero que no sirven de nada si no sabemos usar o si no sabemos buscar. En esto resulta vital también, y cada vez más, el uso de las TIC (Tecnologías de la información y la comunicación) para las clases. Un buen docente de segundas lenguas debe saber aprovechar todo el incalculable potencial didáctico que estas nos ofrecen y desenvolverse con solvencia en entornos digitales y también con las distintas aplicaciones informáticas disponibles en el mercado, tales como Kahoot, por ejemplo. Así como promover el uso de estas herramientas al alumnado para su aprendizaje más ‘autodidáctica’, como por ejemplo: “La motxilla”, logrando así motivar al alumno en su propio aprendizaje e implicándolos en el control de este.
Niño leyendo al atardecer. Imagen libre de Unsplash
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